jueves, 10 de junio de 2021

Cuento "Alcala el Grande"

Había una vez hace miles de años un profeta llamado Jared; que vivía en una apartada región montañosa, hasta allí acudían ciertos eruditos de aquel tiempo para consultarlo sobre determinadas cuestiones del Reino. 

En aquella época era rey un despota que se hacía Llamar Alcalá el Grande; su reinado era uno de los más odiados por los reinos vecinos ya que cada tanto tenían que expulsar de su territorio a soldados de Alcalá que intentaban robar ganado en las tierras ajenas con la excusa de haber cruzado para asegurar la seguridad de la frontera. 

Todos sabían qué era tan ambicioso el soberano cómo los generales de su ejército, que no tenían una cierta conciencia moral y que había que cuidarse de sus continuos abusos. 

Alguno de sus propios generales se le habían revelado ante tanto abuso de poder pero habían sido ajusticiados, otros, los que habían tenido un poco más de suerte estaban en sucias prisiones repartidas por el territorio. 

Pero existia una cosa que  temia y era a maestros o profetas como el sabio de la montaña que solian como regla general aplicar la razón y la justicia a todas sus palabras. 

Un día cansado de las limitaciones que imponía a sus abusos y liderazgo personal la presencia de este hombre en las montañas convocó a su grupo de asesores espirituales para que le dieran una respuesta adecuada de como liberarse de este Mago* o falso maestro segun el lo consideraba. 

Luego de arduo debate entre los consejeros llegaron a una conclusión; y le dijeron al Rey--Despreocúpate de este anciano, está muy viejo y vive en la montaña ya tiene poca y nada llegada a los hombres del reino lo que tienes que hacer es aislarlo definitivamente, no permitir que nadie llegué hasta su casa- y cómo lo haré si tiene tantos amigos en el campo expresó el Monarca. 

Pues muy simple dijeron algunos de sus colaboradores; corrompelos casi todos los humanos tienen precio; ofréceles alimento, oro, tierras. A cambio pídeles que destruyan sus parcelas sembradas, que desvíen el agua de los riachuelos para que no pase por su tierra y cuando tenga hambre y tenga sed vendrá a que tú lo auxilies y esa será tu oportunidad para hacerlo prisionero. 

Es un buen plan, dijo Alcalá; dare 100 monedas de plata al hombre que Acompañé a Jared a pedir mi clemencia. 

Pero el asesino y dictador había olvidado que él también era frágil, que su vida sobre la Tierra era temporal; fue esa misma noche luego de un gran banquete, donde el vino y el abuso en la comida hizo que se acercara caminando y tropezando hasta el borde mismo de la defensa del Castillo y cayera por una de sus escaleras de piedra perdiendo su vida. 

Pocos días después Jared fue traído a la ciudad por un grupo de sus amigos y considerado el futuro Rey de aquel pequeño País, que por primera vez empezó a disfrutar de una verdadera Paz.

Autor Omar Salgado

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